Lluvia, recuerdos y soledad

El día amanece cubierto de una blancura extraordinaria, como si suaves nubes se algodón se hubiesen posado en los techos de las casas, en las cumbres de los edificios, la brisa cual suave murmullo rodea cada esquina de la ciudad, dejando a su paso un escalofrío de sensaciones entre sus habitantes.

Poco a poco el sonido de las gotas empieza a escucharse y cual lágrimas de ángeles se empiezan a sentir chocar contra la superficie terrestre. Cerca de un hermoso y señorial roble se puede observar una diminuta figura cobijada en un hermoso paraguas de colores que observaba con atención la lluvia caer frente a ella.

Acompasada con las gotas caídas del cielo una lágrima solitaria se abre camino por la mejilla de la joven, quien con un suave movimiento de su mano la hace desaparecer e inspira profundo llenándose de los múltiples aroma que el clima ha ido creando, lluvia, hierba y flores silvestres, madera y un poco de soledad, soledad que viene desde el fondo de su alma y se mezcla con el exterior fundiéndose con él.

Los recuerdos la golpean como si de un huracán rabioso se tratara llevándola hacia un pasado no muy lejano en el cual no observaba sola la lluvia, en el cual una cálida mano se acoplaba perfectamente a la de ella, en la cual un corazón latía al compás del suyo, y ahora no tenía nada de eso, la vida se había encargado de arrebatarlo de su lado, dejándola sumida en tristeza, desconsuelo y soledad.

Y para su fortuna o su desgracia así seguirían pasando los días, en los cuales solamente la lluvia, el viento, la tristeza y la soledad serían sus acompañantes hasta que su alma se logre fundir en un eterno abrazo con la de su mano y podrán ser felices por toda una eternidad.